Ante la crítica situación en la nos encontramos y sin entrar
a analizar quien puede tener más responsabilidad, o cuando había que haber
tomado determinado tipo de medidas, al respecto solo diré que desde el año 77,
este país ha sido gobernado únicamente por Partido Popular y Partido
Socialista, aunque ciertamente motivados por muchos intereses nacionalistas
espúreos. Por lo tanto si únicamente han gobernado ambos partidos, la
responsabilidad de los aciertos, pocos, y de los fracasos y pérdida de
oportunidades, muchas, son únicamente de ambos partidos. No dispongo del dato
en estos momentos, pero la cantidad de gobierno socialista en el período que
arranca en 1977 es aproximadamente del 60 % del tiempo, mientras que los
gobiernos populares han dispuesto del restante 40 %. En resumen populares y
socialistas al alimón nos han traído justo hasta donde nos encontramos, en las
puertas del desastre.
Precisamente para evitar esta posibilidad bien real, se me
ha ocurrido, seguramente que a otros cientos más también, la siguiente forma de
financiar el de momento inevitable crecimiento de la Deuda Pública española.
Leyendo una interesante entrada de Miguel Aguirre en el blog
Economy Weblog, que recomiendo, y revisando los Presupuestos Generales del Estado
para el año 2012, concretamente las páginas 145 y siguientes y uniendo ambas
lecturas resulta la siguiente propuesta de financiación pública.
Miguel Aguirre en su entrada
ofrece hasta 3 vías de financiación clásica de las deudas soberanas, en la
tercer dice literalmente “ la tercera solución sería aplicar una
política de “represión financiera” como se hizo en la India o en el
Líbano. Consistió en incitar u obligar a través de una regulación formal
o de una persuasión informal a los actores financieros locales para que
comprasen títulos de deuda soberana”.
Parece una solución un poco fuerte, obligar a los actores
financieros a comprar deuda pública.
Sin embargo esta regulación de compra impuesta, es lo que me
ha hecho acudir a los Presupuestos Generales del Estado en busca de alguna herramienta fiscal
alternativa a la pura obligación legal de compra.
En los Presupuestos nos encontramos en la página 145 (el
documento del que dispongo es el Proyecto de Presupuestos, por lo que las
cifras pueden variar, aunque no sustancialmente), con el denominado Presupuesto
de Beneficios Fiscales, que viene a ser como la disminución de ingresos
tributarios debido a la existencia de incentivos fiscales a los contribuyentes.
Sin entrar en detalles de su composición los beneficios
fiscales para el año 2012 asciende a la importante cifra de algo más de 38.000
millones de euros, de los cuales la mitad reduce el pago de impuestos directos
y la otra mitad los indirectos.
La propuesta, fácil pero brutal sería eliminar los
beneficios, atención porque el señor Rajoy ya le ha echado el ojo a este método
rápido de incrementar la recaudación. Al contrario, mi propuesta no supone
ningún trauma, simplemente se trata de convertir el beneficio fiscal del
contribuyente en deuda pública, de esta forma, aplazamos en el tiempo el cobro/deducción
del beneficio fiscal y obviamente pagando
los intereses correspondientes.
Ciertos beneficios fiscales tienen una finalidad económica y
social importante que habría que tener en cuenta, pero con este sistema se mantiene su
finalidad aunque se difiere su efecto en el tiempo.
En resumen, los destinatarios de los Beneficios Fiscales se
convertirán en suscriptores de Deuda Pública, aplazando el cobro de su
incentivo fiscal y sus intereses al vencimiento de la deuda que se le
entregó en el momento del devengo del incentivo.
Un efecto positivo añadido al incremento de las
posibilidades de financiación del Estado, se encuentra en reducir la necesidad
de recurrir a los “mercados”, al
nacionalizar nuestra propia deuda, los “ahora monstruosos mercados” tendrían
menos deuda española en sus manos y por lo tanto menos poder sobre nosotros. Además
se da una posibilidad a muchos de
demostrar su patriotismo financiero. No olvidemos que la nacionalidad del
propietario de la deuda española, además de su volumen, son determinantes en el
grado de exigencia y de dureza de las condiciones que la Comisión, El FMI y el
Banco Central Europeo nos están imponiendo.
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